Te imaginas una navidad sin regalos, serÃa como una verdadera pesadilla y es por eso que se encuentra entre nuestras creepypastas, esperando el bendito año para recibir algo y simplemente de la nada desaparecen los regalos.
03 de Diciembre 2019 • 14:16 hs
Cuando desperté esta mañana, encontré la casa vacÃa. Esto era muy extraño. Dudaba mucho que mi familia se fuera a la casa de mi tÃa sin mà en Navidad. Algo no estaba bien. Todas las fotografÃas mÃas que estaban puestas por la casa habÃan desaparecido, las demás fotos seguÃan ahÃ.
Pero lo más raro era el hecho de que no habÃa ningún regalo bajo el árbol, cuando justo la noche anterior se habÃan colocado meticulosamente para que mi hermanita pensara que santa los habÃa traÃdo. ¿Qué demonios?, pensé para mis adentros, todo se ha ido, ¡incluso la basura que le habÃa comprado a mis padres! Entonces oà un extraño ruido gutural que me hizo prácticamente saltar.
Giré mi cabeza y logré ver que era mi perra gruñendo. Me vio con miedo, como si fuera un enemigo o algo asÃ. Se quedó mirándome, sus ojos notaban que estaba horrorizada, mientras continuaba gruñéndome. Cuando intenté acercarme a ella salió corriendo al otro cuarto lo más rápido que pudo. Dejó una gran meada en la alfombra. "Mierda", dije en voz baja, "algo definitivamente no anda bien".
Revisé la casa para comprobar que todo estaba hecho un desastre. Las sillas y las mesas estaban volteadas, las lámparas, rotas. ParecÃa que un tornado o algo asà habÃa pasado por ahÃ. Me sentÃa hecho una mierda... creo que una buena analogÃa de cómo me sentÃa serÃa que me encontraba igual que el estado de la casa. Me sentÃa como si me hubiera atropellado un camión, y uno grand.
Fui al baño a lavarme la cara y un fuerte olor a cigarro y alcohol barato llenó la atmósfera. No sabÃa que pasaba. Me vi en el espejo y parecÃa un zombie, estaba blanco como la leche y tenÃa muchas ojeras. Mis pupilas estaban tan dilatadas que parecÃa que mis ojos eran negros en lugar de cafés. Estaba desconcertado. Comencé a inspeccionar la casa en busca de pistas. Mientras buscaba encontré que la ropa formal de los demás faltaba, no deberÃa ser raro, ya que la gente generalmente se viste bien en las celebraciones, pero por alguna razón me dio mala espina.
Al ver por la ventana me di cuenta que el Cadilac negro de mi padre no estaba estacionado, tampoco el carro de mamá. Estaba enojado de que me dejaran caminando, la casa de mi tÃa estaba cerca de ahÃ, pero igual se me hizo muy grosero. Me puse mi chamarra, ya que hacÃa frÃo afuera, algo de esperarse en diciembre en Boston. Salà con cuidado, silenciosamente para no asustar más a mi perra de lo que ya estaba. HabÃa una gran masa de gente congregada en una intersección de calles a tres cuadras de mi casa.
No pude ver mucho, pero parecÃa un gran accidente. Un idiota en un carro negro se habÃa estrellado en una casa de dos pisos, habÃa entrado hasta la condenada sala. Como no me gusta el morbo, aún estando preocupado por los posibles lesionados, seguà caminando. Nada estuvo fuera de lo ordinario. Solamente mis vecinos saludándome con una palmada en la espalda, el tÃpico "saludo bostoniano".
Luego todo se puso negro. Cuando desperté, salà de mi cuarto y todavÃa no habÃa nada bajo el árbol. Los dos carros seguÃan sin estar. No entendÃa porqué mis padres habÃan llevado nuevo a casa y me volvieran a dejar para irse de nuevo a la casa de mi tÃa. Decidà regresar. Me volvà a poner mi chamarra y salà de la casa. Me acordé del accidente tres cuadras y decidà no ser una nena esta vez y revisar. Ahora toda la gente ya no estaba, solamente dos patrullas a cada lado del carro estrellado. Me ranstornó ver que ninguno de los policÃas que estaban dentro de ellas se dio cuenta de mi presencia, aún estando enseguida de ellos.
Aproveché que los policÃas no me miraban para revisar dentro del carro chocado. No iba a permitirme voltear para otro lado, incluso si me dieran ganas de vomitar. Estaba horrorizado de ver a un sangriendo cadáver que se veÃa igual que yo, descalabrado en el tablero de carro. La sangre seguÃa corriendo por su frente. Sus manos seguÃan aferradas al volante y una mirada de horror seguÃa en su rostro. La hermosura del rigor mortis en todo su esplendor.
En la distancia, vi como se acercaba una ambulancia con la alama puesta se acercaba al carro. Corrà para alejarme del auto, solo para chocarme con una insignia de cadillac. La ambulancia seguÃa acercándose. Le grité a los policÃas pero ninguno me hizo caso. Busqué piedras en el jardÃn de la casa y comencé a tirarlas a las patrullas. Los policÃas de repente se levantaron por el ruido y voltearon a verme con una cara extrañada y se voltearon como si no me hubieran visto y se pusieron a comer donas.
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