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Creepypastas: Amigas por siempre

Desde que eres pequeña y convives con una persona que te entiende y hace  las mismas locuras que tú, consideres que es muy especial y dices que serán "amigas por siempre", hoy te contaremos una Creepypasta sobre eso.

Creepypastas: Amigas por siempre

Sara y Alicia eran dos muchachas de quince años de edad, que desde muy pequeñas habían sido las mejores amigas. Vivían en el mismo vecindario, iban a la misma escuela, estaban en la misma clase… bueno, siempre habían sido inseparables. No obstante sus personalidades eran muy distintas. Mientras que Alicia era extrovertida y carismática, Sara era tímida y no hablaba mucho.

Amigas por siempre

-Un día Sara le propuso algo a Alicia.

—¿Qué tal si hacemos un pacto de sangre?

Creepypastas: Amigas por siempre

—¿Qué?

—Mira, así si un día nos llegamos a separarnos, juraremos que la que muera antes de las dos, tendrá que avisarle a la otra.

Creepypastas: Amigas por siempre

—Que cosas dices, Sara. Nosotras siempre vamos a estar juntas.

Creepypastas: Amigas por siempre

Pero Sara siguió insistiendo tanto que al final, Alicia tuvo que aceptar, tan extrañada como divertida. Usando una pequeña navaja, las dos se hicieron un corte en el dedo índice de su mano derecha, y con la luz de una vela sellaron el pacto.

Creepypastas: Amigas por siempre

Los años pasaron. Alicia logró graduarse de la universidad como abogada, consiguió empleo en un buen buffet, se casó con un hombre maravilloso y formaron una familia. Ambos vivían en una casa muy linda.

De vez en cuando, se acordaba de Sara, su amiga de la adolescencia. Miraba la pequeña cicatriz en su dedos y se preguntaba que habría sido de ella. Las dos habían tomado rumbos distintos y no se veían desde que habían terminado la preparatoria.

"amigas por siempre"

Esa noche, Alicia tuvo una pesadilla: conducía en su auto cuando de pronto, un camión se metía a su carril y se estrellaba contra ella. Despertó, agitada y sudorosa, y justo en ese instante alguien tocó el timbre. El reloj marcaba las tres de la mañana.

A su lado, su esposo seguía profundamente dormido. El timbre sonó una vez más, insistente. Alicia masculló una maldición y fue a ver quien era. Al abrir la puerta se encontró con una mujer pálida y de grandes ojeras. Tenía una herida muy fea en la cabeza, de la que brotaba un hilo de sangre.

Sara se quedó estupefacta. A pesar de que había cambiado mucho, fue capaz de reconocerla. Se trataba de su vieja amiga, Sara.

—¡Dios mío, Sara! ¿Tú aquí? ¿Pero qué te ha pasado? Entra, vamos, voy a curarte esa herida. ¡Cuanto tiempo ha pasado!

Sin embargo, Sara no se movió de su lugar.

—Vine para cumplir mi promesa, Alicia. Acabo de morir. Tenía que avisarte.

Alicia se quedó petrificada.

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