En medio del coronavirus, Covid-19 se levanta alrededor de la estación de trenes de Retiro que se remonta a la época dorada de Argentina, el asentamiento de Villa 31 en Buenos Aires es un mundo dentro de un mundo; un caleidoscopio de viviendas de colores brillantes, apiladas hacia el cielo, debajo de una red enredada de cables y escaleras tambaleantes.
Mujeres, Covid-19 y vulnerabilidad
-Este es el más emblemático de los barrios empobrecidos de Argentina, donde más de 40 mil personas unen su existencia cotidiana. Últimamente, se encuentra en otra lÃnea del frente, luchando contra el nuevo coronavirus a medida que atraviesa los polvorientos carriles del barrio y rodea sus rincones ocultos, entre ellos mujeres.
Algunas mujeres en la lucha contra el coronavirus
La pandemia está causando estragos en América Latina, considerada el epicentro de Covid-19 desde finales de mayo. La región tiene más de 3.7 millones de casos reportados. Ahora hay más de 160 mil muertes en América Latina y el Caribe. Aproximadamente la mitad se encuentra en Brasil, la segunda cifra más alta después de los Estados Unidos.
Women Are Leading the Fight Against Coronavirus in Argentina's Vulnerable Communities https://t.co/lOYoYRxS3G pic.twitter.com/57ZsDEtgVO— Boring Me 2 Death (@BoringMe2Death) July 21, 2020
En la vecina Argentina, con 45 millones de habitantes, una cuarentena estricta mantuvo los números bajos desde el principio. Pero a medida que se levantaron las restricciones, las infecciones aumentaron. Los casos reportados han eclipsado 127 mil. Más de 2 mil 200 personas han muerto.
Este mes, las autoridades colocaron las zonas más afectadas de la ciudad capital de Buenos Aires y el anillo densamente poblado a su alrededor lo devolvió a otro bloqueo duro. Los casos siguen subiendo. Argentina ya estaba lidiando con una recesión y una pobreza extrema antes de que golpeara la crisis, y se espera que todo eso empeore.
En una región tan desigual como América Latina, las mujeres se encuentran en una posición particularmente vulnerable, advirtieron las Naciones Unidas. Ganan menos, tienen más probabilidades de tener trabajos precarios y asumen la mayor parte del cuidado no remunerado en el hogar.
A medida que las condiciones sociales y económicas se deterioran, las mujeres enfrentan más violencia doméstica y les resulta más difÃcil hacer valer sus derechos reproductivos. La dificultad es mayor para aquellos en grupos marginados, incluidas las mujeres indÃgenas, las mujeres afrodescendientes, los migrantes y la comunidad trans.
Las mujeres también están a la vanguardia de la batalla contra Covid-19. Ese es el caso en Argentina, donde están alimentando a los hambrientos, pagando visitas domiciliarias a los enfermos, trabajando en laboratorios y brindando atención médica esencial.
Una de ellas es Gabriela Ramos, trabajadora de cocina de sopa, ella piensa en las heridas de la pandemia y piensa en su amiga, Ramona Medina, una acérrima defensora de los derechos de la comunidad, Medina recurrió a las redes sociales en abril para denunciar la falta de agua en su vecindario de Villa 31.
Covid-19
Rogó a las autoridades de la ciudad por mejores condiciones de vivienda para su familia de seis, que vivÃan en un pequeño y en ruinas habitando a la sombra de una carretera elevada. Varios de los miembros de la familia de Medina fueron considerados en alto riesgo de contraer la enfermedad, y Medina, que era diabética, sÃ.
En mayo, el hombre de la casa de 42 años murió de Covid-19, un golpe que siempre puede ser difÃcil de expresar para personas como Ramos. "Realmente nos permitió seguir adelante", dijo Ramos, de 29 años y madre de cuatro hijos.
"Nadie sabÃa que eras semillas", es una frase que los miembros de la comunidad recitan sobre Medina. Esas semillas fueron evidentes un dÃa en el Comedor Gustavo Cortiñas, un comedor de beneficencia administrado por La Poderosa, una organización que opera en barrios marginales y barrios de bajos ingresos en toda Argentina, y que tomó prestado su nombre de la motocicleta que Che Guevara y su amigo Alberto Granados recorrió América Latina en 1952.
Ramos trabaja aquÃ. También es parte de un grupo que monitorea y denuncia el acoso y la brutalidad policial en el vecindario. Se unió a La Poderosa hace unos años, y lo atribuye a ayudarla a huir de una relación violenta. Ella está terminando la escuela secundaria y tiene la intención de estudiar derecho.
Las mujeres que dirigen el comedor de beneficencia han instituido una estricta polÃtica de higiene. Se quitan la ropa de calle y se ponen máscaras nuevas antes de entrar. La comida se sirve en envases desechables y se entrega a través de una ranura en la puerta.
La organización obtiene fondos de la ciudad, pero se necesitan donaciones privadas para satisfacer la demanda, que se ha cuadruplicado desde que comenzó la pandemia. Unas 450 personas hacen fila todos los dÃas para obtener su ración. Las mujeres que quieren ayudar, pero que no pueden salir de sus casas, pueden ayudar a cortar verduras en su casa.
"SolÃa tener miedo, pero después de lo que le sucedió a Ramona, no tengo miedo. Si me voy a infectar, bueno, me voy a infectar. Pero creo que lo que estamos viviendo en el barrio es que nos están matando ", dijo Ramos. "Porque si no estamos alimentando a estas personas, van a morir de hambre".
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