Sí, Steve Jobs amó Japón y su historia es de amor mutuo. El país es uno de los principales mercados de Apple, y su cofundador sentía una devoción por la sencilla estética japonesa que desarrolló en múltiples viajes, algo que pudo influir en sus ideas y diseños.
Haruo Matsuoka, quien atendió a Jobs, en una galería de arte, cuando este era joven dijo de él: "Era una persona muy tranquila. Lo que le diferenciaba de los demás era que cuando le interesaba algo, se movía y tomaba una decisión rápidamente”.
Ahora que se cumplen 10 años desde su muerte, Apple realizó un video inédito en el que se puede ver con su primera Macintosh, pero una clara verdad es que Steve Jobs amó Japón.
Quienes recuerdan a Jobs señalan que el empresario era una persona calmada, curiosa pero muy exigente en sus visitas.
Steve Jobs amó Japón
El galerista del que hablamos en un principio dijo también que se sorprendió cuando compró sin pensarlo dos grabados difíciles de encontrar por "un precio 10, 20 o incluso 30 veces más alto que una obra ordinaria", fue un momento en que se demostró que Steve Jobs amó Japón.
Aquel día, cuenta Haruo Matsuoka, que entregó una tarjeta de presentación en la que ponía "Steve Jobs, presidente de Apple Computer", donde el logo aparecía impreso en color, algo inusual en la época.
El emprendedor conoció el arte japonés durante su adolescencia en casa de su amigo Bill Fernandez en California, cuya madre era amante de la estética nipona y decoraba su salón con la colección familiar del paisajista nipón Hasui Kawase (1883-1957).
Ahora bien, el Shin-hanga, un movimiento de principios del siglo XX revitalizó el arte del grabado japonés después de la decadencia del estilo más antiguo del ukiyo-e, con nuevas técnicas como rascar la madera para expresar las cualidades de la nieve o la lluvia.
Por su parte, el galerista, confiesa que nunca compró un producto de Apple, pero imagina que la sencillez bien trabajada y pulida del Shin-hanga pudo influir a los conceptos de belleza de Jobs, y que la pantalla enmarcada de un teléfono móvil puede tener que ver con la composición de las obras de su favorito artista.
Actualmente se pueden ver estas obras en una exposición de Kawase en el Museo Sompo de Tokio hasta el 26 de diciembre, donde se exhiben 270 piezas, incluyendo varias compradas por Jobs como "Calle Okane, Shiobara" (1918), que comprueban cuanto Steve Jobs amó Japón.
También está "Mujer peinando su pelo" (1920), de otro artista, Goyo Hashiguchi, que aparece en la pantalla del Macintosh 128K en el anuncio publicitario del primer modelo de esa serie de ordenadores de Apple lanzado en 1984.
Matsuoka recuerda que fue en 1999 cuando vio a Jobs por última vez en su habitación de un hotel de Tokio, donde le entregó las obras compradas. En 2003 Jobs, ya diagnosticado de cáncer, telefoneó al galerista, pero no pudo hablar con él.
Parecía un buen padre de una familia típica estadounidense a ojos de Hiroshi Oshima, el chófer que le acompañó cuatro veces en su estancia en Kioto, a lo largo de unos 25 años hasta 2010.
"Hiro", recuerda que al emprendedor le atraía lo auténtico de la antigua capital japonesa, por su belleza basada en cuidadosos detalles y también presente en objetos cotidianos sin gran valor aparente. "Le gustaba ir al templo Ryoanji entre otros templos en Kioto"; conocido por su jardín hecho de piedras.
Steve Jobs amó Japón pero, su salud no le permitió cumplir su deseo de ir al templo Eiheiji en la prefectura Fukui a unas 4 horas al norte de Kioto, la sede del budismo Sotozen que Jobs practicaba desde su adolescencia.
Quien fuera el chófer de Jobs en Japón cuenta que las preferencias de Jobs eran muy claras. Ir al barrio de las galerías o a una ciudad vecina famosa por las cerámicas, y no se cansaba de su hábito de ir al mismo sitio y repetir comidas.
De hecho contó que un año antes de su muerte, Jobs dijo que había probado el "mejor sushi de su vida". Y es que el empresario Steve Jobs amo Japón y el país le correspondió ya que el Apple en
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