Un petrolero frente a las costas de Perú fue golpeado por olas vinculadas a la erupción volcánica de Tonga y derramó 6.000 barriles de petróleo, contaminando vastas extensiones de mar y playas. Se señala con el dedo a la petrolera Repsol.
Durante toda su vida, Manuel Chapayquen ha pescado en la costa peruana. Su padre y su abuelo eran pescadores en la playa de Ancón, en el norte de la capital Lima. Cuando se le pregunta si puede imaginarse otro trabajo, responde con un dicho: "Sería un pez fuera del agua".
Pero ahora Chapayquen observa impotente cómo el mar, su mar, se ha vuelto negro como boca de lobo por el petróleo derramado, y se da cuenta de que su tiempo como pescador podría haber terminado después de todo.
"Es un crimen", dice, llamando a la petrolera española Repsol "asesinos del medio ambiente". “Protegemos nuestra playa día tras día, y estos delincuentes contaminan el mar”, dice el pescador. "Ancón nunca volverá a ser el mismo".
Los pescadores de Perú enfrentan el peaje
Chapayquen habla por los 1.500 pescadores de la región, que están obteniendo apenas el 10% de su pesca habitual tras el mayor desastre ambiental de los últimos años, y están furiosos con la petrolera española.
Uno de sus petroleros perdió 6.000 barriles de crudo mientras descargaba en la refinería más grande de Perú, La Pampilla, que representa aproximadamente la mitad del consumo de combustible del país sudamericano, suficiente para alimentar 25.000 automóviles.
Ante 21 playas contaminadas, miles de aves y peces muertos, y una gran mancha de petróleo que se acerca cada vez más a las costas de la capital Lima, el gobierno declaró emergencia ambiental por 90 días.
Tres meses para limpiar lo mejor posible la contaminación en un área del tamaño de 270 campos de fútbol, y tiempo suficiente para investigar la cuestión tan importante de quién es el responsable final del desastre.
La petrolera con sede en Madrid, que en 2020 generó unas ventas de casi 50.000 millones de euros (56.600 millones de dólares) en 29 países, niega su responsabilidad. Inicialmente, informó solo siete galones de crudo derramado, ni siquiera el 1% de la cantidad real, alegando que todo estaba bajo control.
Como mencionamos en las noticias, Repsol no reaccionó durante las primeras 48 horas del vertido, cuando aún existía la posibilidad de contenerlo. Ahora tiene voluntarios que limpian el desastre ecológico por una miseria y, a menudo, sin la ropa protectora adecuada. Irónicamente, también incluyen a los pescadores.
Críticas a la gestión de crisis de Repsol
"¿Respondimos lo suficientemente rápido? No. No sabíamos la magnitud del evento antes de que el petróleo llegara a las playas. Por supuesto que cometimos errores", dice el presidente de Repsol Perú, Jaime Fernández Cuesta, y agrega que el plan es haber limpiado las playas a finales de febrero.
Sin embargo, argumenta, la erupción volcánica en el estado de Tonga, en el Pacífico Sur, fue la responsable del accidente, porque provocó maremotos y corrientes anormales.
La multinacional petrolera y el gobierno peruano han estado jugando el juego de la culpa. Repsol dice que el gobierno no emitió alerta de tsunami. Tras evaluar la magnitud del desastre, el ministro de Medio Ambiente de Perú, Rubén Ramírez, ha amenazado a la empresa con una multa de 32 millones de euros.
La primera ministra peruana, Mirtha Vásquez, no descarta revocar la licencia de Repsol para la refinería. Un equipo de expertos examinará de cerca los contratos con la petrolera para comprobar si hay margen para posibles sanciones.
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