Seguimos iniciando el año, por lo que aún muchas personas cuentan con una lista cargada de intenciones en las que no puede faltar el cuidado de nuestra salud.
Que si en las fiestas decembrinas y el 6 de enero comimos mucho, que este año sí dejarán de fumar, o el clásico, apuntarse en el gimnasio para nunca visitarlo.
A menudo, cuando se trata de cuidar nuestro organismo, prevalece la idea de hacer ejercicio y llevar una dieta saludable para mantenernos en óptimas condiciones.
Con eso, consideramos que basta para conseguir ese objetivo tan buscado.
Sin embargo, ambos objetivos conllevan otros pequeños pasos que habría que instalar de manera constante en nuestras rutinas, pero solemos pasarlos por alto.
Nos lanzamos a experimentar los regímenes alimenticios de moda, desde la dieta keto o el ayuno intermitente, e intentamos realizar actividades deportivas nuevas que nos llenen de energía.
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Mientras tanto ¿quién se encarga de mantener nuestro cerebro saludable? De acuerdo con la Organización Mundial de la SaludOMS), existen al menos nueve hábitos que causan un enorme daño a nuestro cerebro y hoy en las noticias te los presentamos.
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El desayuno debe constituir entre el 15 y 25% de nuestra energía diaria.
Sin restarle importancia al resto de comida que se realizan en el día y que contribuyen a configurar la calidad de la dieta de una persona.
Lo primero que ingerimos al despertarnos rompe una situación de ayuno mantenida durante un tiempo considerable (desde la última ingesta del día anterior), por lo que supone una reorientación de los proceso metabólicos: se pasa de utilizar las grasas como fuente de energía a emplearse con preferencia la glucosa.
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A corto plazo, el tener un sueño inadecuado puede afectar el humor y la concentración.
Es cada vez más común escatimar en esta necesidad del cuerpo, intentando sobre todo buscar horas en el día para dedicarlas al ocio que las largas jornadas laborales no nos permiten.
Sin embargo, como explican desde el Miami Cardiac & Vascular Institute, la falta de sueño a largo plazo se ha visto asociada con una gran variedad de consecuencias indeseables que afectan la salud cardiovascular, la presión sanguínea, la obesidad, la diabetes, la salud mental y la función inmunológica.
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Es simple: cuando uno duerme con la cabeza cubierta, aumenta la concentración del dióxido de carbono en el cerebro.
En cuanto a usar calcetines, si tenemos problemas de circulación no nos ayuda a mejorar el retorno venoso y la sangre tarda más en llegar desde los pies hasta el corazón.
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Está demostrado que fumar en exceso promueve la aparición de enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer o la demencia senil.
Las personas fumadoras tienen un riesgo significativamente mayor de padecer estas enfermedades que el resto de la población.
Según los datos recogidos por la OMS en 2014, hasta un 14% de los casos anuales de demencia a nivel mundial podrían atribuirse a este hábito.
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El consumo excesivo de alcohol causa una disfunción aguda y crónica del cerebro.
La ingesta de sustancias de este tipo mata a largo plazo a las neuronas y reduce la velocidad con la que se transmiten los impulsos nerviosos al cerebro, llegando a producir trastornos en el sistema nervioso central y alteraciones en la memoria, así como en las funciones intelectuales como cálculo, comprensión y aprendizaje.
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