Ana Estrada, una mujer peruana que durante años luchó por su derecho a una muerte digna, falleció el domingo 21 de abril de 2024, convirtiéndose en la primera persona en Perú en acceder legalmente a la eutanasia.
Estrada, quien padecía de polimiositis desde los 12 años, libró una batalla incansable por su autonomía y el derecho a morir en sus propios términos.
Su caso histórico sentó un precedente fundamental en Perú, al reconocer por primera vez el derecho a la muerte asistida.
La decisión de Estrada de recurrir a la eutanasia se basó en su deseo de evitar un mayor sufrimiento y deterioro de su calidad de vida debido a su enfermedad progresiva.
Tras una larga batalla legal, finalmente obtuvo la aprobación del Poder Judicial y EsSalud para proceder con el procedimiento.
El fallecimiento de Ana Estrada marca un hito en la historia de Perú, abriendo las puertas para que otras personas con enfermedades terminales puedan acceder a una muerte digna y en consonancia con sus propios valores y creencias.
Su legado como activista por los derechos humanos seguirá inspirando a muchos en su lucha por la autonomía y la libertad individual.
Ana Estrada fue una psicóloga peruana reconocida por su incansable activismo a favor de la muerte asistida.
Diagnosticada con polimiositis a los 12 años, enfrentó desde temprana edad los desafíos de una enfermedad degenerativa que la llevó a depender de otros para realizar la mayoría de sus actividades diarias.
A pesar de las dificultades, Estrada se convirtió en una defensora vocal del derecho a una muerte digna.
Su caso inspiró a miles de personas en Perú y alrededor del mundo, y su lucha incansable contribuyó a derribar estigmas y abrir paso a importantes avances legales en materia de eutanasia.
El legado de Ana Estrada trasciende las fronteras de Perú.
Su valentía y determinación la convirtieron en un símbolo de la lucha por la muerte digna y la autonomía personal.
Su historia nos recuerda la importancia de respetar los deseos individuales y garantizar el derecho de cada persona a decidir sobre el final de su propia vida.
El fallecimiento de Ana Estrada es una pérdida irreparable para quienes la conocieron y admiraban.
Sin embargo, su lucha por la justicia y la dignidad seguirá inspirando a generaciones venideras en la búsqueda de un mundo más compasivo y respetuoso con los derechos individuales.
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